jueves, 22 de septiembre de 2011

Y toma, y dale...

Escribo alarmado, indignado, impotente pero no resignado, ante la avalancha de atropellos a la ciudadanía que nuestra clase dirigente política viene cometiendo en los últimos tiempos. Los acontecimientos se amontonan, se agolpan y precipitan sobre nosotros un día si y otro también, como golpe tras golpe que propina un boxeador a otro de calidad inferior en un combate. La diferencia es que el combate está previamente amañado, y además el perdedor recibe de verdad (a eso el acerbo popular lo llama ser puta y poner la cama). Ese boxeador que pierde somos nosotros, los ciudadanos españoles.
Dichos acontecimientos se suceden ante la perplejidad de unos, la ignorancia de otros y la rabia de muchos entre los que me encuentro.
Nuestra clase política, dicen ser representantes nuestros, pero sus actitudes una y otra vez demuestran que sus objetivos son bien distintos, actúan según sus intereses, los partidos políticos, salvo escasas y honrosas excepciones, buscan cuotas de poder y dinero, y últimamente actúan sin disimulo y sólo rectifican cuando algunos expresamos nuestra indignación en voz alta.
La clase política ha fomentado mediante el oscurantismo, el sectarismo y el amiguismo, la apatía de los ciudadanos, cada vez más alejados de la vida política, interesándose en, como dijo Noam Chomsky, por las golosinas visuales. Ahí es donde empieza nuestra derrota, creer y afirmar que la política no interesa, y dejarla en manos de oligarcas sin escrúpulos. Me echo a temblar cuando pienso en el concepto del ciudadano medio que tendrán estos políticos y sus jefes, los oligarcas económicos. La culpa de ese concepto es nuestra y sólo nuestra, al menos hasta ahora.
Vergüenza siento cuando los políticos pretenden ejercer censura a los periodistas en RTVE pretendiendo controlar previamente las noticias, y cuando la presidenta de la Comunidad de Madrid ejerce demagogia un día sí y otro también vertiendo mentiras para engañar al incauto, la educación es la penúltima de sus lindezas. O cuando los candidatos ante unas elecciones prometen y prometen cosas que podrían haber hecho estando en el gobierno (Rubalcaba), o cuando el presunto, y si nadie lo remedia futuro presidente del Gobierno Rajoy guarda silencio cuando le preguntan sobre sus medidas a adoptar, o las intervenciones de nuestra abnegada patronal en boca de impresentables autoritarios, como el indisimulado Arturo Fernández, portavoz en Madrid.
El presente es triste, pero es color de rosa comparado con el futuro, la ciudadanía salvo honrosas excepciones se comporta como si no fuera con él la cosa, asiste más interesado al próximo derby o se sienta delante de la caja tonta para evadirse de los problemas después de una jornada maratoniana de trabajo mal pagada, y eso con suerte, según una expresión de uso común acuñada y extendida por nuestra patronal y el incauto ciudadano (algunos llaman suerte tener trabajo, o tener una jornada larguísima mal pagada).
De nosotros depende cambiar esto, el movimiento 15-M es, para mí, lo único que nos separa de la idiotez y el conformismo.
Algunos otros, los más, esperan sentaditos en su sillón que les arreglen los problemas, creen que depositando un sobrecito en una urna cada cuatro años se acaba su implicación en la vida pública. Y así nos va.