Neo lengua fue un término que apareció en la genial novela 1984 de George Orwell. Esta denominación hacía referencia a la manipulación del lenguaje por parte del régimen totalitario imperante en el libro, simplificándolo. El resultado a la larga de semejante manipulación sería la manipulación también mental del individuo, que daría como resultado la incapacidad del mismo para poder expresarse y por tanto razonar adecuadamente, las personas serían con la neo lengua más vulnerables a la manipulación.
El poder usa el lenguaje a su antojo cuando quiere ocultar sus intenciones, los ejemplos de ello son bien conocidos y están a nuestro alrededor, en política y economía sobre todo. Los dirigentes económicos nos hablan de "ajustes" en lugar de "recortes", nos hablan de "salarios competitivos" en vez de "salarios escasos" o dicen "externalizar" y no "privatizar", como vemos la neo lengua está muy presente en la vida actual o al menos en alguna manera relacionada con ella cuando el poder pretende disfrazar la realidad para que ésta sea inocua, como el avestruz que esconde la cabeza en el suelo cuando siente el peligro, se esconde el lenguaje para que el efecto de la realidad duela menos, o para que el pobre que lo sufre no sepa de donde le vienen las tortas.
El Procés de Cataluña sería un ejemplo paradigmático actual de manipulación política y de pensamiento a través del lenguaje y del uso cotidiano del mismo, los dirigentes independentistas han logrado de forma velada y silenciosa imponer a sus simpatizantes una neo lengua con el objetivo de separar mentalmente a sus partidarios del resto y a la larga así conseguir sus objetivos. Ejemplos de ello hay unos cuantos, inofensivos en apariencia, pero sutiles y con el tiempo naturales. Sólo hay que acercarse a un independentista y escucharlo o leerlo para darse cuenta de ello, los hay a montones en medios nacionales, sobre todo de tendencia de izquierdas.
"Españolista" es un término que usan los independentistas para designar a aquellos catalanes que no quieren la independencia, es un término que tras una fachada en apariencia inocua esconde un claro contenido despreciativo. Parece claro que lo contrario a independentista debería ser un no independentista o como mucho un "unionista", alguien contrario a una separación, pero el término que usan automáticamente es españolista, que a mi juicio contiene una carga de profundidad escondida y oculta, pero poderosa y con poder psicológico nada inocente. El término "españolista" para referirse a alguien contrario a la independencia borra de forma inconsciente la catalanidad del sujeto, quiere decir psicológicamente que el catalán que no quiere la independencia no es catalán sino español, si no quieres la independencia no eres no independentista, sino españolista, o sea no catalán. Viene a decir que el catalán de verdad, el catalán en esencia es independentista, el que no lo es no es un verdadero catalán sino un españolista, alguien extraño o traidor a la nación.
Ese término en apariencia inocuo y cotidiano contiene una maldad implícita que a base de repetirse y repetirse logra entre los partidarios de la independencia su objetivo: hacerse familiar e influir en el razonamiento del afectado, la neo lengua se abre paso entre nosotros. Permanezcamos atentos para evitar caer en sus garras y no ser manipulados por ello, no seamos como los ciudadanos del libro de Orwell.
domingo, 26 de agosto de 2018
lunes, 12 de septiembre de 2016
Una entre muchas (músicas)
El universo musical que en Occidente es denominado con mayor o menor acierto como "Música clásica o culta", se ve inmerso desde hace relativamente pocos años en una posición social y cultural difícil de calificar, al menos comparándola a otros períodos más o menos distantes en el tiempo al nuestro que nos toca vivir.
Estamos en la actualidad en la era que los sociólogos y filósofos conocen como "era postmoderna", también llamado posmodernismo, al menos así definen al tiempo cultural y sociológico que se desarrolla en nuestros días y de límites temporales imprecisos, en todo caso existente desde más o menos finales del siglo XX pasado.
Esta era de la posmodernidad se caracteriza entre otras cosas como el período histórico en el que las verdades trascendentes, los sistemas ideológicos y totalizadores que hasta hace no mucho imperaban en el mundo llamado occidental, y que servían de faro moral incuestionable, se vinieron abajo, o cuando menos dejaron de tener el monopolio ético que durante siglos habían sin ninguna duda ostentado.Un ejemplo es la moral cristiana que durante mucho tiempo era medidora de lo que era ética y sociálmente correcto. Aunque el Ateísmo es desde hace siglos una opción ética pujante, la moral sexual y la ética dominantes desde el punto de vista social eran casi monopolizadoras, al menos en occidente, insisto. Salirse de los establecido era ponerse en riesgo de exclusión moral ante los demás. Esta posición dominante se vino abajo, o al menos empezó a serlo desde las revoluciones sexuales de Mayo del 68, hoy en día la moral, esa moral Cristiana ya no tiene el monopolio de la verdad.
Nuestra época, la era posmoderna, se caracteriza entre otras cosas por la relatividad moral y ética, por el fin de la historia y su progreso, y por el relativismo cultural, donde se dice que "todas las culturas y civilizaciones de la humanidad han aportado por igual al progreso humano", idea esquematizada en ese famoso aforismo que dice que "un par de botas equivalen a Shakespeare", y por la variedad inmensa de propuestas artístico-culturales, a las que por supuesto pertenece la música. Ahí es donde entra en escena y aparece el mundo musical conocido como "música clásica".
La posición dominante desde el punto de vista artístico que esta música ha ejercido desde su atalaya de forma indiscutible durante siglos en el imaginario colectivo, está en peligro desde hace no demasiados años, desde la irrupción de los medios de comunicación de masas, y desde la sacralización del relativismo cultural que promueve la posmodernidad.
Si hasta hace relativamente pocos años la tradición musical encarnada en un canon más o menos identificable y fácil de seguir al que pertenecen de manera indiscutible músicos como Bach, Chopin o Stravinsky, por citar a tres de dominio más o menos público, era tenida como paradigma del arte musical occidental, esa posición dominante indiscutible ya está en entredicho con la irrupción de otros géneros musicales que hoy en día forman parte de la vida cotidiana de cualquier persona con un mínimo de inquietudes. El jazz es un ejemplo, los músicos afroamericanos han elegido esa música para expresar sus inquietudes musicales, el número de personas negras que se dedica a la música clásica es muy escaso.
No es objeto de este artículo el juzgar si esas opciones son más o menos equiparables desde el punto de vista artístico, entre otras cosas porque la propia perspectiva postmoderna ha difuminado o alterado los criterios artísticos para hacerlo, pero no reconocer que a día de hoy existen otras propuestas artístico musicales tan o más importantes socialmente hablando que la clásica, es una actitud similar a la del avestruz que mete la cabeza en la tierra y así cree que el peligro desaparece.
La música clásica tiene un reto, y es el de saber adaptarse a la nueva situación e intentar encontrar su sitio al que esa sociedad y era lo ha relegado sin quedar como un reducto del pasado.
Su propia superviviencia va en ello.
Estamos en la actualidad en la era que los sociólogos y filósofos conocen como "era postmoderna", también llamado posmodernismo, al menos así definen al tiempo cultural y sociológico que se desarrolla en nuestros días y de límites temporales imprecisos, en todo caso existente desde más o menos finales del siglo XX pasado.
Esta era de la posmodernidad se caracteriza entre otras cosas como el período histórico en el que las verdades trascendentes, los sistemas ideológicos y totalizadores que hasta hace no mucho imperaban en el mundo llamado occidental, y que servían de faro moral incuestionable, se vinieron abajo, o cuando menos dejaron de tener el monopolio ético que durante siglos habían sin ninguna duda ostentado.Un ejemplo es la moral cristiana que durante mucho tiempo era medidora de lo que era ética y sociálmente correcto. Aunque el Ateísmo es desde hace siglos una opción ética pujante, la moral sexual y la ética dominantes desde el punto de vista social eran casi monopolizadoras, al menos en occidente, insisto. Salirse de los establecido era ponerse en riesgo de exclusión moral ante los demás. Esta posición dominante se vino abajo, o al menos empezó a serlo desde las revoluciones sexuales de Mayo del 68, hoy en día la moral, esa moral Cristiana ya no tiene el monopolio de la verdad.
Nuestra época, la era posmoderna, se caracteriza entre otras cosas por la relatividad moral y ética, por el fin de la historia y su progreso, y por el relativismo cultural, donde se dice que "todas las culturas y civilizaciones de la humanidad han aportado por igual al progreso humano", idea esquematizada en ese famoso aforismo que dice que "un par de botas equivalen a Shakespeare", y por la variedad inmensa de propuestas artístico-culturales, a las que por supuesto pertenece la música. Ahí es donde entra en escena y aparece el mundo musical conocido como "música clásica".
La posición dominante desde el punto de vista artístico que esta música ha ejercido desde su atalaya de forma indiscutible durante siglos en el imaginario colectivo, está en peligro desde hace no demasiados años, desde la irrupción de los medios de comunicación de masas, y desde la sacralización del relativismo cultural que promueve la posmodernidad.
Si hasta hace relativamente pocos años la tradición musical encarnada en un canon más o menos identificable y fácil de seguir al que pertenecen de manera indiscutible músicos como Bach, Chopin o Stravinsky, por citar a tres de dominio más o menos público, era tenida como paradigma del arte musical occidental, esa posición dominante indiscutible ya está en entredicho con la irrupción de otros géneros musicales que hoy en día forman parte de la vida cotidiana de cualquier persona con un mínimo de inquietudes. El jazz es un ejemplo, los músicos afroamericanos han elegido esa música para expresar sus inquietudes musicales, el número de personas negras que se dedica a la música clásica es muy escaso.
No es objeto de este artículo el juzgar si esas opciones son más o menos equiparables desde el punto de vista artístico, entre otras cosas porque la propia perspectiva postmoderna ha difuminado o alterado los criterios artísticos para hacerlo, pero no reconocer que a día de hoy existen otras propuestas artístico musicales tan o más importantes socialmente hablando que la clásica, es una actitud similar a la del avestruz que mete la cabeza en la tierra y así cree que el peligro desaparece.
La música clásica tiene un reto, y es el de saber adaptarse a la nueva situación e intentar encontrar su sitio al que esa sociedad y era lo ha relegado sin quedar como un reducto del pasado.
Su propia superviviencia va en ello.
sábado, 16 de noviembre de 2013
Exilios y pensamiento
.
Escribo desde Centroeuropa, desde el sur de Alemania, lugar al que he tenido que emigrar, como muchos otros españoles, por las causas que seria repetitivo escribir aqui, de tanto que las hemos leído, oído y escrito a lo largo y ancho de la prensa escrita, oida y hablada de nuestro ridículo y misérrimo país. Soy uno mas de tantos, con historia nada especial, nada anormal, nada diferente.
Los días pasan, trabajo, estudios, vida tranquila pero intensa, todo normal, no hay sitio para el aburrimiento, pero tampoco para el desborde. Virgencita Virgencita que me quede como estoy.
Gracias a internet, el exilio y el emigre se lleva mejor. Las penas, con ordenador lo son menos, hoy podemos enterarnos de lo que sucede a 1500 km como si de la puerta de al lado se tratara.
Leo las noticias, nuestra maravillosa Alcaldesa no elegida ejerce el caciquismo para acabar con la mas que justificada huelga de recogida de basuras de una manera que a uno le entra irremisiblemente ganas de vomitar, o sea contratando a través de ETTs a ciudadanos en paro para, a cambio de un plato de lentejas (85 euros noche), limpien la mierda acumulada durante 9 días de huelga. Me pone de muy mala hostia que las personas en paro, desesperadas seguramente, tengan que aceptar trabajos como este, y que con ello ejerzan de esquiroles involuntarios de unos trabajadores que ven peligrar sus ya de por si escasos sueldos. Me pone de muy mala hostia que la mafia de la patronal, la mafia capitalista empresarial y la mafia política sean uno y creen artificialmente las condiciones que obligan a un trabajador a tener que aceptar cualquier trabajo:
Condeno a millones al paro, les bombardeo con propaganda pesimista, y los uso como ratas de laboratorio que mas tarde sacrificare, haciendo que el esfuerzo de huelguistas sea en vano. Esquiroles de mierda, los pobres. Me pone de muy mala de hostia el uso fraudulento del lenguaje de nuestra plutocracia para descalificar la huelga, diciendo que no se cumplen servicios máximos, quien diga que servicios de 40% son minimos es para darle de hostias y no parar.
Me pone de muy mala hostia la ceguera del votante español y madrileño, permitiendo el atraco a mano armada de sus servicios públicos, y la imbecilidad reinante.
Pero pensándolo bien, tamañas idioteces, semejantes barbaridades cometidas en la sociedad española dia si y otro también, esas demostraciones de que la pretendida democracia no es en realidad mas que un cuento chino de apariencia falsa, hacen que me apatezca muy poco volver a mi país, y que el exilio en Centroeuropa se me haga hasta agradable. Aquí por lo menos estoy lejos del mal olor y no precisamente del mal olor de la basura de la huelga
viernes, 9 de diciembre de 2011
Comedia musical. Los miserables en Madrid 15M
Canta el pueblo su canción, nada la puede detener,
Ésta es la música del pueblo y no se deja someter.
Si al latir tu corazón oyes el eco del tambor
Es que el futuro nacerá cuando salga el sol.
¿Te unirás a nuestra causa? ¡Ven y lucha junto a mí¡
Tras esta barricada hay un mañana que vivir.
Si somos libres o esclavos depende de ti.
Los miserables, acto I (fragmento de la canción del pueblo)
Asisto en el Teatro Lope de Vega de Madrid, en la Gran Vía, a una representación del mítico musical de Boublil & Schönberg.
La tarea de los adaptadores es difícil, la obra maestra de Víctor Hugo es un gigante inabarcable; condensar en dos actos un mundo entero, una historia tan humana como la novela debe ser una empresa imposible. Leí hace años el libro, mejor decir me lo bebí, devorando y viviendo las emociones que Víctor Hugo vuelca página tras página. Si, en caso de hecatombe mundial tuviera que salvar un libro para que perdurara para siempre, elegiría éste sin dudarlo.
El musical logra en muchos momentos igualar en emoción al libro, las inspiradas y emocionantes melodías se suceden sin fin. Estoy hundido en la butaca con los ojos abiertos como platos, con la piel de gallina. ¿Cómo he estado a punto de perderme esto? (es la última semana de funciones).
El drama va ganando en intensidad, y los hechos se precipitan. Al final del primer acto, los revolucionarios, el pueblo en armas encabezado por los jóvenes entonan la canción del pueblo dispuestos a tomar las armas en busca de la justicia y la libertad. En ese momento me doy cuenta de las semejanzas del musical con el momento actual, en el teatro son los jóvenes idealistas del s.XIX los que se alzan contra la tiranía restauradora de la Monarquía absolutista francesa. En otro momento histórico diferente, ahora, el 15-M sale a la calle demandando verdadera democracia y mayor justicia social. Ahora no hay armas, no hay barricadas, pero el mismo espíritu inconformista y luchador que impregnó la vida francesa de aquella época comandada por los jóvenes revolucionarios es protagonista hoy. Los versos de la canción del pueblo toman tremenda actualidad. Resuena especialmente en mi cabeza la frase “Si somos libres o esclavos depende de ti” y pregunto:
¿Hasta cuándo el pueblo seguirá eligiendo ser esclavo y no libre? ¿Hasta cuando el pueblo entero se dará cuenta de la importancia de la protesta, del salir a la calle, de no callarse, de que la progresiva e implacable pérdida de derechos es culpa del quedarse en casa, de la tertulia de bar y del conformismo, y de haber entregado la representación a gente indigna y con la tripa muy gorda?
De todas las capas de la sociedad que deben asumir el protagonismo, de forma directa somos los jóvenes los que debemos encabezar las protestas, son los que debemos ganarnos el futuro, tenemos la fuerza y la vitalidad para hacerlo. No es verdad que no haya ideales, que no luchemos y lo queramos tener todo hecho como a menudo injustamente se nos acusa, que seamos mimados. Dentro de la juventud hay gente que no se conforma, que piensa y siente de manera distinta, lo que debemos hacer es dar un paso al frente, tal y como hacen los jóvenes en el musical Los Miserables.
Ser esclavos o libres depende de nosotros, y ni un solo día debemos dejar de pensarlo. Si cometemos la torpeza de pensar que es cosa del pasado, o de las novelas o el teatro, como muchos pretenden hacer creer estaremos perdidos. Si pensamos así, estaremos cavando nuestras propias fosas. Lo que sucede en el musical, pasa multiplicado por mil en la vida real. No debemos dejarnos engañar.
martes, 18 de octubre de 2011
¿Está lloviendo? (Dicen nuestros dirigentes)
Después de la inyección de autoestima que sentí el Sábado por la noche y las primeras horas del Domingo 16 de Octubre tras el apabullante éxito de las marchas organizadas en todo el mundo con el lema “Por un cambio global”, el Sábado 15 de Octubre,es hora de hacer alguna reflexión sobre las consecuencias y aspectos de la misma, o sobre al menos algunos de ellos.
Participé en la de Madrid, que parece ser fue la más multitudinaria, aunque las cifras no estén del todo claras (se habla de entre medio millón de manifestantes). Podemos, con toda justicia y al hilo del número de participantes, incluírla entre las más numerosas de nuestra “democracia”. La cifra final es lo de menos, el éxito abrumador de la convocatoria, no.
Como todos sabemos, otras marchas a lo largo y ancho de nuestra geografía fueron respaldadas por una amplísima cantidad de gente. No repetiré las cifras para no aburrir, son casi de uso público.
Me llama poderosamente la atención, y me alarma, que a día de hoy, el día en que escribo este comentario, Martes día 18 de Octubre, nuestros dirigentes políticos no hayan efectuado ninguna declaración o comentario sobre el asunto, para ellos las movilizaciones de los indignados no existen, excepción hecha de nuestra derecha más conservadora personificada en señoritingos tales como Esperanza Aguirre y el ex presidente Aznar. A ambos les ha faltado tiempo para arremeter contra el movimiento 15-M y las manifestaciones. La presidenta de la Comunidad de Madrid, además ha lamentado en público que ciertos medios de comunicación, según ella, hayan dado demasiada cobertura mediática a los eventos. La presidenta se retrata una vez más, deja bien claras sus intenciones manipuladoras de la opinión pública, permitiéndose opinar sobre los que los medios deben o no deben reflejar. La censura es un mundo que ella conoce muy bien, tal y como saben los trabajadores de Telemadrid.
En otros lugares del mundo las reacciones de los dirigentes han sido casi instantáneas, Netanyahu, Durao Barroso, Trichet… todos ellos personajes títeres del sistema económico imperante, se han pronunciado sobre las marchas, pero de los nuestros… nada de nada excepción hecha de Cayo Lara, coordinador de IU.
Otra muestra de que la cosa no parece ir con nuestros políticos, no se dan por aludidos. La pregunta es… ¿lo harán alguna vez? ¿qué tiene que hacer la ciudadanía para que reaccionen? ¿Se puede decir más alto? ¿A qué esperan?
jueves, 22 de septiembre de 2011
Y toma, y dale...
Escribo alarmado, indignado, impotente pero no resignado, ante la avalancha de atropellos a la ciudadanía que nuestra clase dirigente política viene cometiendo en los últimos tiempos. Los acontecimientos se amontonan, se agolpan y precipitan sobre nosotros un día si y otro también, como golpe tras golpe que propina un boxeador a otro de calidad inferior en un combate. La diferencia es que el combate está previamente amañado, y además el perdedor recibe de verdad (a eso el acerbo popular lo llama ser puta y poner la cama). Ese boxeador que pierde somos nosotros, los ciudadanos españoles.
Dichos acontecimientos se suceden ante la perplejidad de unos, la ignorancia de otros y la rabia de muchos entre los que me encuentro.
Nuestra clase política, dicen ser representantes nuestros, pero sus actitudes una y otra vez demuestran que sus objetivos son bien distintos, actúan según sus intereses, los partidos políticos, salvo escasas y honrosas excepciones, buscan cuotas de poder y dinero, y últimamente actúan sin disimulo y sólo rectifican cuando algunos expresamos nuestra indignación en voz alta.
La clase política ha fomentado mediante el oscurantismo, el sectarismo y el amiguismo, la apatía de los ciudadanos, cada vez más alejados de la vida política, interesándose en, como dijo Noam Chomsky, por las golosinas visuales. Ahí es donde empieza nuestra derrota, creer y afirmar que la política no interesa, y dejarla en manos de oligarcas sin escrúpulos. Me echo a temblar cuando pienso en el concepto del ciudadano medio que tendrán estos políticos y sus jefes, los oligarcas económicos. La culpa de ese concepto es nuestra y sólo nuestra, al menos hasta ahora.
Vergüenza siento cuando los políticos pretenden ejercer censura a los periodistas en RTVE pretendiendo controlar previamente las noticias, y cuando la presidenta de la Comunidad de Madrid ejerce demagogia un día sí y otro también vertiendo mentiras para engañar al incauto, la educación es la penúltima de sus lindezas. O cuando los candidatos ante unas elecciones prometen y prometen cosas que podrían haber hecho estando en el gobierno (Rubalcaba), o cuando el presunto, y si nadie lo remedia futuro presidente del Gobierno Rajoy guarda silencio cuando le preguntan sobre sus medidas a adoptar, o las intervenciones de nuestra abnegada patronal en boca de impresentables autoritarios, como el indisimulado Arturo Fernández, portavoz en Madrid.
El presente es triste, pero es color de rosa comparado con el futuro, la ciudadanía salvo honrosas excepciones se comporta como si no fuera con él la cosa, asiste más interesado al próximo derby o se sienta delante de la caja tonta para evadirse de los problemas después de una jornada maratoniana de trabajo mal pagada, y eso con suerte, según una expresión de uso común acuñada y extendida por nuestra patronal y el incauto ciudadano (algunos llaman suerte tener trabajo, o tener una jornada larguísima mal pagada).
De nosotros depende cambiar esto, el movimiento 15-M es, para mí, lo único que nos separa de la idiotez y el conformismo.
Algunos otros, los más, esperan sentaditos en su sillón que les arreglen los problemas, creen que depositando un sobrecito en una urna cada cuatro años se acaba su implicación en la vida pública. Y así nos va.
Dichos acontecimientos se suceden ante la perplejidad de unos, la ignorancia de otros y la rabia de muchos entre los que me encuentro.
Nuestra clase política, dicen ser representantes nuestros, pero sus actitudes una y otra vez demuestran que sus objetivos son bien distintos, actúan según sus intereses, los partidos políticos, salvo escasas y honrosas excepciones, buscan cuotas de poder y dinero, y últimamente actúan sin disimulo y sólo rectifican cuando algunos expresamos nuestra indignación en voz alta.
La clase política ha fomentado mediante el oscurantismo, el sectarismo y el amiguismo, la apatía de los ciudadanos, cada vez más alejados de la vida política, interesándose en, como dijo Noam Chomsky, por las golosinas visuales. Ahí es donde empieza nuestra derrota, creer y afirmar que la política no interesa, y dejarla en manos de oligarcas sin escrúpulos. Me echo a temblar cuando pienso en el concepto del ciudadano medio que tendrán estos políticos y sus jefes, los oligarcas económicos. La culpa de ese concepto es nuestra y sólo nuestra, al menos hasta ahora.
Vergüenza siento cuando los políticos pretenden ejercer censura a los periodistas en RTVE pretendiendo controlar previamente las noticias, y cuando la presidenta de la Comunidad de Madrid ejerce demagogia un día sí y otro también vertiendo mentiras para engañar al incauto, la educación es la penúltima de sus lindezas. O cuando los candidatos ante unas elecciones prometen y prometen cosas que podrían haber hecho estando en el gobierno (Rubalcaba), o cuando el presunto, y si nadie lo remedia futuro presidente del Gobierno Rajoy guarda silencio cuando le preguntan sobre sus medidas a adoptar, o las intervenciones de nuestra abnegada patronal en boca de impresentables autoritarios, como el indisimulado Arturo Fernández, portavoz en Madrid.
El presente es triste, pero es color de rosa comparado con el futuro, la ciudadanía salvo honrosas excepciones se comporta como si no fuera con él la cosa, asiste más interesado al próximo derby o se sienta delante de la caja tonta para evadirse de los problemas después de una jornada maratoniana de trabajo mal pagada, y eso con suerte, según una expresión de uso común acuñada y extendida por nuestra patronal y el incauto ciudadano (algunos llaman suerte tener trabajo, o tener una jornada larguísima mal pagada).
De nosotros depende cambiar esto, el movimiento 15-M es, para mí, lo único que nos separa de la idiotez y el conformismo.
Algunos otros, los más, esperan sentaditos en su sillón que les arreglen los problemas, creen que depositando un sobrecito en una urna cada cuatro años se acaba su implicación en la vida pública. Y así nos va.
martes, 21 de junio de 2011
Apocalipsis (Jesús Torres)
Día 18 de junio, el Auditorio Nacional de Música de Madrid celebra el evento ¡Sólo Música¡, 12 horas de música ininterrumpida en directo, dividida en 40 conciertos a lo largo y ancho de su recinto, incluyendo sus dos salas, el foyer, salones, y las dos plazas que la circundan.
El programa incluye obras sinfónicas, corales, de cámara de todas las épocas flamenco y jazz desde las 12 del mediodía a medianoche. La gente responde, hay amplias colas para todos los eventos y eligo lo que quiero ver y escuchar. Empiezo con la 9º de Beethoven, sigo con “la muerte y la doncella” de Schubert, un par de conciertos de Vivaldi y una pésima ejecución de arias de Bach en el Salón de Tapices, voy a la Sala de cámara a escuchar jazz vocal, y a eso de las once de la noche, aunque ya fatigado, me paso por la sala sinfónica a escuchar una obra que ví anunciada en la programación del pasado Festival de música religiosa de Cuenca, “Apocalipsis”, de Jesús Torres. Como digo, estoy fatigado tras varias horas de escucha, pero como la obra me interesa y no hay muchas oportunidades para poder escucharla en directo, me siento en una butaca.
Fue para mí, lo mejor del día. La obra es maravillosa, subyugante desde el primer momento. Dos grupos vocales, uno polifónico y otro, siete que cantan gregoriano (¿las siete comunidades a las que se dirigió San Juan?) (no sé si textos originales o recreaciones del compositor), amplio conjunto de percusión incluidos dos sets en anfiteatros laterales y pianos, dos grupos de viento metal en las alturas (¿las siete trompetas y siete sellos?), y un oboe o corno inglés (¿el cordero místico, el Evangelista?) (no recuerdo exactamente) por detrás del público y en altura, y director. También participa la ampliación electrónica, creando todo un conjunto que envuelve al oyente.
Torres distribuye los conjuntos de instrumentistas presentándolos por niveles, de igual manera que la historia del arte ha representado el texto de Juan Evangelista, en tres niveles (superior los conjuntos de viento metal y el oboe o corno, medio los percusionistas laterales y los siete “solistas vocales”, y en un nivel inferior el resto de voces, el ensemble y el director). También lo hace en forma de tríptico, izquierda y derecha y centro. La obra es presentada, por tanto, en varios niveles espaciales, de igual manera que los pintores de todas las épocas nos han retratado los textos del Apocalipsis de Juan, jugando con el espacio de forma horizontal y vertical.
La música de Torres y el tratamiento vocal es luminoso, brillante y optimista, lejos de otros acercamientos a un texto a veces proclive a la oscuridad y lo terrorífico (tal y como nos la presenta brillantemente Raphael Cendo en su “Introductión aux tenebres”.
La interpretación de Nacho de Paz fue vigorosa, con gran nervio rítmico, sacando todo el jugo al Ensemble Residencias, al Coro Accentus y a la Schola Antiqua.
Los bravos con los que gran parte del público jaleamos a los intérpretes y compositor tras el encendido de las luces fueron más que justos. No estoy capacitado para sentenciar si estamos ante una obra maestra o no, pero si una obra de arte lo es cuando llega directamente al corazón, en este caso ésta lo ha hecho con creces.
Salí con el espíritu elevado, eufórico,listo para acabar la velada con Haendel y fuegos artificiales, en una jornada que había merecido la pena, sin duda.
El programa incluye obras sinfónicas, corales, de cámara de todas las épocas flamenco y jazz desde las 12 del mediodía a medianoche. La gente responde, hay amplias colas para todos los eventos y eligo lo que quiero ver y escuchar. Empiezo con la 9º de Beethoven, sigo con “la muerte y la doncella” de Schubert, un par de conciertos de Vivaldi y una pésima ejecución de arias de Bach en el Salón de Tapices, voy a la Sala de cámara a escuchar jazz vocal, y a eso de las once de la noche, aunque ya fatigado, me paso por la sala sinfónica a escuchar una obra que ví anunciada en la programación del pasado Festival de música religiosa de Cuenca, “Apocalipsis”, de Jesús Torres. Como digo, estoy fatigado tras varias horas de escucha, pero como la obra me interesa y no hay muchas oportunidades para poder escucharla en directo, me siento en una butaca.
Fue para mí, lo mejor del día. La obra es maravillosa, subyugante desde el primer momento. Dos grupos vocales, uno polifónico y otro, siete que cantan gregoriano (¿las siete comunidades a las que se dirigió San Juan?) (no sé si textos originales o recreaciones del compositor), amplio conjunto de percusión incluidos dos sets en anfiteatros laterales y pianos, dos grupos de viento metal en las alturas (¿las siete trompetas y siete sellos?), y un oboe o corno inglés (¿el cordero místico, el Evangelista?) (no recuerdo exactamente) por detrás del público y en altura, y director. También participa la ampliación electrónica, creando todo un conjunto que envuelve al oyente.
Torres distribuye los conjuntos de instrumentistas presentándolos por niveles, de igual manera que la historia del arte ha representado el texto de Juan Evangelista, en tres niveles (superior los conjuntos de viento metal y el oboe o corno, medio los percusionistas laterales y los siete “solistas vocales”, y en un nivel inferior el resto de voces, el ensemble y el director). También lo hace en forma de tríptico, izquierda y derecha y centro. La obra es presentada, por tanto, en varios niveles espaciales, de igual manera que los pintores de todas las épocas nos han retratado los textos del Apocalipsis de Juan, jugando con el espacio de forma horizontal y vertical.
La música de Torres y el tratamiento vocal es luminoso, brillante y optimista, lejos de otros acercamientos a un texto a veces proclive a la oscuridad y lo terrorífico (tal y como nos la presenta brillantemente Raphael Cendo en su “Introductión aux tenebres”.
La interpretación de Nacho de Paz fue vigorosa, con gran nervio rítmico, sacando todo el jugo al Ensemble Residencias, al Coro Accentus y a la Schola Antiqua.
Los bravos con los que gran parte del público jaleamos a los intérpretes y compositor tras el encendido de las luces fueron más que justos. No estoy capacitado para sentenciar si estamos ante una obra maestra o no, pero si una obra de arte lo es cuando llega directamente al corazón, en este caso ésta lo ha hecho con creces.
Salí con el espíritu elevado, eufórico,listo para acabar la velada con Haendel y fuegos artificiales, en una jornada que había merecido la pena, sin duda.
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