lunes, 11 de octubre de 2010

Música… ¿existe? Art. II

A la música se la utiliza incluso con fines políticos. Bien sabidas son las posturas de los regímenes totalitarios europeos en la primera mitad del s.XX, pero en nuestros días, en nuestras aparentemente abiertas democracias los medios de comunicación nos ofrecen espectáculos verdaderamente bochornosos, dignos de sociedades que pretenden convertir a sus ciudadanos en robots sin voluntad, en máquinas sin mente ni raciocinio.
Es bien conocida la capacidad de la música, o de ciertas músicas de provocar y potenciar emociones en el oyente, el mundo del cine puede proporcionarnos claros ejemplos de ello ¿Quién no ha sentido inquietud al oir cierta música en tal película de terror, o a quién no se le ha encogido el corazón en aquella otra escena de despedida en aquella otra escena? Todos sabemos del poder emocional de la música.
Lo bueno de oírla en el cine, en el teatro o en la ópera, por ej es que nos conmueve, nos aterra o alegra artificialmente, es decir, actúa en nosotros pero se nos presenta de frente, de cara, es decir dándola permiso y sabiendo lo que va a hacer, somos conscientes de que estamos viviendo una mentira maravillosa y consentida, por tanto no hay engaño, es un juego del que somos cómplices y víctimas al mismo tiempo, por lo tanto no pasa nada.
El problema es cuando viene sin que nosotros demos su permiso, como ese amigo inoportuno que se nos presenta en casa sin que lo hayamos invitado, y que nos entretiene cuando íbamos hacer algo tan importante.
Algo así sucede cada vez más en los noticieros de la televisión y de la radio, y ante ciertos temas muy sensibles a la opinión pública. Hace relativamente poco, en plena efervescencia popular ante la legalización del matrimonio homosexual, un hombre contaba a la cámara entre sollozos, como había sufrido durante el franquismo la burla y el desdén de un cura. No crean ni por un momento que el testimonio se basaba en palabras únicamente, en absoluto. La noticia se acompañó de una buena dosis de música conmovedora, toda ella puesta indiscutiblemente para conmover adecuadamente a la audiencia y dar pena, es decir, para derribar su capacidad de raciocinio o prejuicio se mire por donde se mire, o sea para que haga o piense más fácilmente de la manera en que se quiere que piense. Ni que decir tiene que la cadena televisiva en cuestión era la cadena pública estatal.
Otro momento que recuerdo especialmente, por supuesto en el ente público televisivo, fue un reportaje de una víctima del terrorismo, se contaban hechos terribles y dramáticos, todos ellos narrados y sazonados con una música de fondo de violonchelo debidamente conmovedora.
Nuestros amiguitos los políticos y sus acólitos que ocupan los puestos de poder saben que la masa es dúctil y maleable, y que se puede influir en su pensamiento y dirigirlo de la manera más conveniente con diversos medios, y el más poderoso es evidentemente el de las emociones, ahí las barreras son derribadas rápidamente, el espíritu crítico si es que existe en alguien cosa que dudo cada vez más se derriba como un castillo de naipes de forma inconsciente, no hay defensa posible si no es con buenas dosis de análisis distante y de espíritu despierto, ingredientes cada vez más escasos hoy en día.
Ni que decir tiene que estos hechos jamás serán reconocidos por los individuos en cuestión, el telespectador incauto creerá no sólo que ha llegado a esa forma de pensamiento de forma individual y voluntaria, sino que además jurará y perjurará que siempre ha sido de esa manera, es decir, que por ej, siempre ha sido tolerante con los homosexuales y sus relaciones ¡¡¡¡¡faltaría más¡¡¡¡¡

Los dos ejemplos que he puesto ilustran para mí claramente lo expuesto más arriba, esto es la presencia de la música hoy en día pero de forma velada y en segundo plano, siendo fundamental pero sin ser apreciada su efecto de forma justa y conveniente. (Continuará)

No hay comentarios:

Publicar un comentario