jueves, 11 de noviembre de 2010

Música… ¿existe? Art. III

Este año le toca a Renoir, el pasado verano fue Turner, y en temporadas anteriores fueron Bacon, Tintoretto, Vermeer… asi nos podríamos retrotraer a cuando Franco era cabo.
¿De qué estoy hablando? Si eres aficionado al arte, y en concreto a la pintura, habrás adivinado enseguida a lo que me refiero: Monográficos dedicados por la mayor de nuestras pinacotecas, el Museo del Prado, a algunos de los maestros de la pintura de todos los tiempos.
Seguramente te preguntarás qué carajo tiene que ver esto con la música.
Quiero hablar de la diferencia de consideración que tienen en nuestra sociedad dos artes que forman parte por derecho propio, y desde el albor de los tiempos, de las llamadas bellas artes, véase la pintura y la música, y en el caso de ésta última, de la mal llamada música clásica (prefiero llamarla culta).
En el caso de la pintura, y por eso he puesto los ejemplos con los que empezaba este artículo, cada vez que se dedica una gran exposición en un museo, pongo por caso El Prado, la repercusión en los medios de comunicación es enorme, todos se hacen eco de ella, el espacio dedicado a las exposiciones es relativamente grande en periódicos y medios de comunicación. Por ello, las colas en los museos son de aúpa, montones de personas se acercan a ver a los maestros, y los motivos que los llevan a ellos son, por supuesto de muy diversa índole. Está el interesado de verdad por al arte, el que no se pierde una, el curioso que va por primera vez, el turista que no se entera de nada y que va porque así lo indica la guía turística de turno y se le nota, y el que va por alardear ante otro de que ha ido para poder contarlo después. Cada uno va por un motivo distinto, pero va al fin y al cabo. Podemos deducir de todo ello que la pintura, o al menos ir a exposiciones es un hecho socio-cultural aceptado y “bien visto”, es decir algo de los que poder alardear posteriormente y ante otro para quedar bien.
A este hecho se le suma otro que hay que tener muy en cuenta y es que muchas de estas exposiciones de pintura están dedicadas a maestros de la pintura del pasado, muertos y enterrados varios siglos atrás, pintores que por supuesto cultivan un estilo pictórico desactualizado con los parámetros actuales del arte, que son considerados maestros indiscutibles pero que dicho de una manera clara, pintan como hoy ningún pintor de postín osaría pintar, estilos más propios de siglos pasados.
Aquí es donde entra a escena la música, y más concretamente la música clásica o culta. Ésta, pocas o muy pocas veces salta a la primera página de los medios de comunicación, salvedad si acaso de Baremboim y su orquestilla solidaria, y por motivos totalmente ajenos a la música en sí misma.
Asistir a un concierto en uno de nuestros auditorios es algo que sólo hacen los aficionados de verdad, algunos profesionales o aquellos tipos de personas que aún siguen considerando la música culta en público como un acto social de prestigio, un buen lugar donde lucir status y abrigo de visón.
En ningún caso nuestros auditorios son visitados por turistas (no figuran, salvo casos raros y por hechos ajenos a la música como cita ineludible en nuestras ciudades) y el hecho de mencionar en una conversación informal que vamos a ir o que hemos ido a tal o cual concierto es susceptible de ser interpretado como un vacile o un farol. Todos los melómanos sabemos de qué estamos hablando, las reacciones de nuestro interlocutor son de lo más variopinto (Continuará)

No hay comentarios:

Publicar un comentario